No podemos saber cuál es la causa por la que infinidad de veces nos vemos ante situaciones adversas y de profundo dolor. Pero sí podemos confiar en que el propósito de Dios es actuar en favor nuestro. Sin embargo, si esto es así, ¿por qué nuestra vida esta plagada de sufrimientos?

En primer lugar consideremos lo siguiente: ¿Está nuestra vida regida por Dios? ¿Es Él nuestro Señor? ¿O consideramos a Dios, no el ser supremo a quien todos debemos respeto y obediencia, sino una especie de sirviente cuyo deber es asistirnos ante todo requerimiento?

Cualquiera sea la respuesta, sí podemos tener esto por cierto: él nos ama, sabe perfectamente lo que queremos pero, por sobre todas las cosas, sabe lo que necesitamos.

Antiguamente, conocer la Palabra de Dios permitía comprender porqué se daban ciertas situaciones ya que estas estaban directamente relacionadas con nuestra conducta pasada. Muchos podrían identificarse rápidamente con las palabras del Libro de Proverbios (Capítulo 26) que dicen lo siguiente: «Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, así la maldición nunca vendrá sin causa».

¿O quién, acaso, es capaz de afirmar que nunca faltó, sólo por citar un ejemplo, a alguno de los diez mandamientos? Sabemos que no existe una persona así en todo el mundo.

Pero, afortunadamente, Dios nos ama, y el sacrificio que Jesús hizo por nosotros es más que suficiente para perdonarnos y eximirnos de todas las consecuencias de nuestra reprochable conducta.

Pero sigamos adelante: Suponiendo que hayas entendido que tu conducta te convertía en algo así como un enemigo de Dios, suponiendo que hayas entendido esto, te hayas arrepentido, le hayas dado la espalda al pecado y hayas aceptado ante Dios el sacrificio que hizo Jesús al morir en lugar tuyo, como un reo, descendiendo luego al mismo infierno, ¿por qué se dan aún en tu vida situaciones de inmenso dolor?

La Biblia nos cuenta acerca de los pesares por los que pasaron muchos de los suyos, aún cuando estos vivían conforme a los estatutos de Dios, obedeciendo sus mandamientos, y convencidos de que no merecían más que bendiciones por parte de Él. Pero su Palabra nos explica que muchas veces estas cosas suceden con el único y exclusivo propósito de que Dios pueda manifestarse de manera gloriosa. Veamos algunos ejemplos.

Un día, un amigo muy cercano de Jesús cayó enfermo de una grave enfermedad. Siendo comunicado de la situación, Jesús no hizo nada para sanarlo y, quizás podríamos decir que “lo dejó morir”. Hablamos de Lázaro, cuya muerte está narrada en el libro de Juan (capítulo 11). Jesús sabía que lo resucitaría, pero no fue por ello que dejó que su amigo muriera. Y Él mismo nos lo dice: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». ¿Qué podemos entender de esto? Muchas cosas pero, quizás una sea que Dios tiene el poder para darnos la vida o quitárnosla. ¿Cómo podría, entonces, resultarle difícil cualquier otra cosa? ¿Acaso la muerte de Lázaro era parte del plan de Dios para tu vida? ¿Quizás con ella Dios se proponía hacerte entender, no sólo que Dios todo lo puede, sino que además Jesús es Dios?

El libro de Juan también nos cuenta que, en otra ocasión, un grupo de personas se acercó a Jesús para preguntarle porqué cierto hombre había nacido ciego. ¿De quién era la culpa? ¿Cómo podía ser él culpable de algo antes de haber nacido? Y quizás teniendo presentes las Palabras que leíamos más arriba («Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, así la maldición nunca vendrá sin causa»), le preguntaron si tal vez sus padres serían los responsables. Pero Jesús les contestó: «No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él». Dicho esto lo sanó y, de manera milagrosa, pudo ver por primera vez.

Dios tenía un propósito claro con la vida de este hombre: que las obras de Dios se manifiesten en él.

Sólo Dios sabe la verdadera razón por la que estás pasando aflicciones. Quizás en lo interior creas conocer los motivos y posiblemente te reconozcas como el verdadero responsable del problema en el que estás metido. Pero en este momento de tribulación es importante que sepas algo: Dios sabía desde hace miles de años que ibas a pasar por esto. Aunque a nosotros las dificultades nos toman por sorpresa, nada toma por sorpresa a Dios.

Hacete estas preguntas o, mejor aún, hacéselas a Dios: ¿Es posible que fuera necesario hacerte pasar por esto para que por fin acerques a Él? ¿Lo hubieses buscado de no ser así? ¿Existe acaso un propósito de Dios ante la adversidad a la que te enfrentás?

Este es el mejor momento de tu vida para acercarte a Él y decirle, con total reverencia y entrega, que lo necesitás, y mucho. Hacé lo más inteligente que podés hacer: poné tu vida y esta situación en sus manos, teniendo presentes estas verdades inobjetables:

  • Dios te ama y no quiere verte sufrir
  • Para Él, todas las cosas son posibles
  • Él siempre tiene un plan mejor